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miércoles, 8 de enero de 2014

De Delta Junction a Whitehorse

Y llegó el 31. La noche del 30 se convirtió en una lucha mental, emocional y aparatosa que terminó con mi cabeza dentro del W.C y mi cuerpo inconsciente de aquel suelo desconocido durante un misterioso tiempo. No dije nada. No quería preocupar ni a mis padres ni amigos. Hay personas que es mejor no expresarles tus sentimientos ya que se hacen fuertes y capaces de hundirte a reproches, portazos emocionales... mentiras. Quizás dormí 3 horas y preparar la moto de nuevo, costó más de lo esperado. Guardé mi corazón en el bolsillo y emprendí mi viaje a ninguna parte.

 

El viento jugó conmigo como lo hace un niño con su mascota inconsciente de los daños que puede ocasionar. Me zarandeaba de un lado a otro de una carretera, la cual a veces se vestía de un majestuoso blanco impoluto e imponente. Hacía mucho frío. Unos -27Cº de termómetro con sensaciones térmicas de -35Cº y que era aún mas bajo a medida que la moto andaba por la caricia del viento en mi cuerpo. Las montañas que en verano son caballeros con sombreros de copa blancos, en invierno son señoritas que esperan a sus futuros esposos en la puerta de una iglesia imaginaria. "Lo estas haciendo, ¡vamos!" Y rompí a llorar por lo acontecido la noche anterior, dándome pena de mi mismo, mientras un solitario, gélido e impresionante paisaje me observaba pasar. Demasiadas emociones. Un pasado que volvía a ponerse delante de mí y yo sin mas fuerzas para torear. Grité.

 

Grité de dolor, de pena y quizás rabia. Aquello me desahogó pero aquella situación no hizo más que empeorar las cosas. El vaho se escapó entrando en el interior del casco y este comenzó a congelarse poco a poco. Las lágrimas generaron vapor y la parte izquierda del casco comenzó a helarse. Cada vez doblaba más la cabeza para poder ver, forzando mi ojo derecha demasiado. Tenía que llegar a Tok y aún quedaban muchísimos Kilómetros... pero ya casi no podía ver. Paré la moto. Las manos las llevaba dormidas y apenas veía. Sacudí mis manos como me habían enseñado en Fairbanks para que la sangre llegara. Abrí como pude dos bolsas calefactables, pero no terminaban por calentar. Intenté inútilmente quitar el hielo de la pantalla, pero directamente se helaba de nuevo. Continué y a pocos kilómetros, una señal a un posible pueblo, no era Tok, pero era un pueblo. Giré a la izquierda y lo busqué, ya con cierta desesperación. No se veía nada, no veía nada. Levanté la visera y el frío me quemó directamente el rostro, pero no tenía otra opción. Una larga que se antojó infinita. Notaba como mis pómulos se agrietaban y mis fosas nasales crujían al moverlas. Me miré al espejo mientras conducía lentamente por aquella recta. El bigote estaba congelado, blanco. De repente, al pasar aquellos arboles que hacía bailar el viento, comencé a ver pequeñas casas. Era una aldea de indios. Busque ansioso alguna puerta abierta, un negocio o cualquier cosa en la que pudiera entrar.

 

 

Un hombre descargaba cosas de un coche a una especie de pabellón. Al verme quedó extrañado. "Ven adentro" me dijo mientras cargaba dos cajas. Bajé de la moto como pude y entré.

Me costaba respirar. "Te has quemado la cara" me dijo. Me ofrecieron Té, comida y pude esperar a que el casco se descongelara, limpiarlo y poder continuar. Una hora estuvimos allí, mientras les explicaba mis intenciones. Ellos me enseñaron varias palabras en su lengua alrededor de una mesa. Me explicaron su forma de vida y me preguntaron porque no iba con perros en vez de esa vieja moto. "En verano muchísimas motos, en invierno solo te he visto a ti" Les expliqué que yo estaba un poco loco para suavizar una lenta y larga explicación.

Antes de salir. Uno de ellos puso su mano en mi cabeza, todos bajaron el mentón y comenzó un ritual de protección. Aquello me puso los pelos de punta. Estaba viajando. Aquello era una aventura de verdad y estar viajando con la mente viajando en el pasado era la mayor de las estupideces, una pérdida de tiempo... que además por poco me deja sin ver. Todo se volvió maravilloso después de esa mano en la cabeza.

Dejé a mis amigos indios preparando la fiesta de fin de año, en la cual abría una piñata y eso los tenía entusiasmados.

A solo 10 kms llegué a Tok. El amortiguador central no. Cuando salí de la recepción del hostal, una gran mancha de aceite adornaba los bajos de Chilitrini. Me monté en ella y para dirigirme a la habitación. En el corto trayecto, la moto botaba a su antojo. Sentí que el viaje se acababa ahí.

Entré en la habitación. Calida y confortable por unos 50 Euros, un lujo para mi. En mi cabeza rondaba lo vivido y lo acontecido. El amortiguador y el fin de año. "Que le den por culo a todo" dije medio riéndome "Es fin de año, no hay mucha pasta pero si esto termina ahora sobra dinero" Y me fui a festejar el fin de año a la hora española. Pero antes comprobé las redes sociales. Mi gasolina. Mis compañeros. Mi sorpresa fue cuando mi amigo Juan me mandó una foto dándome ánimos en esa noche tan especial junto a Alex de la Iglesia y Manuel Tallafé. Esa simple foto fue una inyección brutal de energía junto a una que me había mandado un compañero de viaje con un brindis familiar.

 

Me fui a un bar que había detrás, el único bar. Me tomé unas pocas de cervezas y compré unas latas para llevármelas a la habitación, prometí volver para la cita nocturna. Al volver a la habitación, intenté arrancar la moto, pero fue en vano. Demasiado frío. Justo un chico pasaba por allí. "Ayúdamela a meterla dentro" Se sorprendió, pero lo hicimos. La moto por la mañana arrancaría.

Cerca de las doce de la noche volví al bar. El descafeinado ambiente era festivo y había comida gratis. Perfecto. Descafeinado pero maravilloso. Me trataron muy bien porque sabían que el español era el de la moto. Se acercaban, preguntaban y lo normal. A las doce, tiraron tres cohetes y hasta el año que viene. A las 00:30 ya estaba yo dormido con un tajazo impresionante.

 

La mañana siguiente, como todos los días 1 de Enero del planeta, fue un día inútil. El hotel estaba cerrado y nadie comprobaría si yo estaba o no en la habitación. Decidí quedarme un día más y salir el 2, así si tenía que pillar otro hostal, dependiendo de las temperaturas, estarían abiertos.

El día 1 ocurrió algo que jamás olvidaré. En la soledad, mientras lidiaba con mi pasado, mi muelle y sin querer perder el control de nuevo recibí el mensaje de un amigo. Fue conciso y claro. Justo en la herida sin querer hacer daño, simplemente para hacerme ver, que el sentía que algo no iba bien. "¿Que tal estás? Lee esto" Leí el artículo que me envió y era un calco de lo que me ocurrió el día 30 por la noche. No me preguntéis como pero el sintió ese estado de angustia que me tuvo inconsciente en aquel suelo desconocido. Le pedí que me diese 5 minutos, tenía que salir a fumar un cigarro. Al salir, un mar de lágrimas. ¿Como aquel secreto estado emocional lo podía haber sentido el? Temblaba mientras daba una calada; quizás el frío, quizás nerviosismo, quizás... miré al cielo y una enorme aurora boreal pintaba el cielo de un verde magia. El crujir de mis pasos sobre la nieve me devolvió a la habitación. "Algún día encontraras lo que buscas con todo esto Fernando" "¿Que es lo que busco? y acertó.

 

La mañana siguiente se volvió soleada. Dijeron que habría una ola de calor que hacía años que no ocurría... pero me la dejé atrás, aunque en Witehorse se preveían temperaturas bastante cálidas... yo salí con -25Cº y una enorme sonrisa, a pesar que el amortiguador y no llevar freno de atrás, serían un gran inconveniente, pero no imposible. Algo, alguien... me susurró al oído que podía hacerlo.

 

Volé. Me emocioné de nuevo. Disfruté y volví a sentir la libertad. Territorio Yukon por delante y uno de los tramos más aislados del viaje. Yo y mis adversidades mecánicas y las otras guardadas en aquel hotel de Tok. Donde le lloré, donde la amé y donde la respeté.

El paisaje estaba helado sin respetar el verde natural de los árboles. Blanco. Todo blanco. Un cuento. Tim Burton ejerciendo. Una maravilla palpable a los sentidos. Una sonrisa y una oscura ardilla que cruza la carretera. La vida. La libertad de una mente que empieza a cicatrizar las heridas de unas espinas estúpidamente auto impuestas. La moto se balanceaba, pero la moto andaba.

 

Como en una buena película... el tiempo pasó rápido y llegué a la frontera de Canadá. La agente sorprendida y yo con mis dedos cruzados para que no me pidiese el carnet de conducir internacional, ya que estaba en España. "¿Dónde vas?" "Intentaré llegar a New York" La cara de la rubia aduanera no pudo cerrar la boca. Sacudió su cabeza en negativa con los párpados en alerta, ya con mi pasaporte en sus manos, selló y me dejó ir.

 

Estaba en Canadá. Cuando pasas esa frontera, el espectáculo que ofrece la naturaleza es brutal... y el estado de la carretera... también es brutal, pero a la negativa. Hoyos y mas hoyos, eso sí, señalizados con pequeñas banderitas fluorescentes. Unos Kilómetros más tarde llegué a Beaver Creek, pensé en quedarme, pero tenía ganas de más, así que continué hasta llegar a Destruccion Bay. Exactamente en una gasolinera. No llegué bien, la verdad. Los pies me dolían muchísimo y es que el sudor paso a ser hielo en mi pié derecho. Temí perder algún dedo ya que llevaba 20 Kms con los dedos completamente dormidos. Al quitarme la bota, estaban violetas. No sentían nada. Pedí una habitación que costó unos 68€. Me daba igual. Con suerte al siguiente día llegaría a Whitehorse. Charly, el dueño de la gasolinera, me dejó un sitio para guardar la moto... pero a la mañana siguiente no fue suficiente y la moto no arrancó. Conseguimos hacerla andar sobre las 3 de la tarde y finalmente enchufándola a un coche. Tenía un problema con el tema del frío. La idea era llegar a Whitehorse, pero a esas horas que salí fue imposible. Me alcanzó la noche a 150 kms de mi destino y mi instinto me dijo que no. Que 150 kms de noche serían quizás los últimos, exactamente en Haines Junction. Así que busqué el hospedaje más barato.

Aquello me hizo terminar en un cumpleaños, la moto durmiendo en un recinto del gobierno donde guardan la maquinaria pesada que se encarga de quitar nieves de las vias. Otra borrachera y un desayuno en casa de los comensales al siguiente día. El instinto acertó de nuevo ya que bajo el amortiguador delantero, el derecho concretamente, había una mancha de aceite... se había roto también.

 

Y llegué a Whitehorse. Por fín. Llegué y Luck y Alisa me recibieron por tercera vez en mi vida, en las dos panamericanas y en este último viaje. Como un hermano que vive en la lejanía.

Y aquí estoy. Intentando arreglar todo ya que al llegar, la moto no volvió a arrancar, los amortiguadores y la luz trasera. La batería y a saber que más. Pero al menos la pieza del freno trasero la hemos apañado y mi cabeza... parece que también va mejor. A ver que pasa de aquí en adelante.

pieza del freno

Insertado tubo metálico

Soldada con Plástico Líquido

Campanita que me regalaron los Moteros Gaditanos

Clavos en las ruedas. Van perfectos

 

 

 

 

 

 

6 comentarios:

  1. ke post mas wapo tio. cada dia te superas

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  2. Qué bien escribes Fernando,me ha encantado,gracias!

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  3. En tu primer Vancouver nunca hemos dejado de seguirte, llegarás yo lo sé!

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  4. Qué bueno! Me dan ganas de iniciar algún viaje largo y en solitario. Muchos ánimos y abrazos. Continúa haciéndonos soñar. Ya estoy esperando el siguiente post

    Eduardo zgz

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