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lunes, 3 de marzo de 2014

De Fort Macleod a Great Fall... y él

Y salí del "Red Coat inn Motel" en Fort Macleod (Canadá) con el claro objetivo de pasar la frontera. Eran solamente unos 130 kms pero nevaba y lo hizo con bastante fuerza la noche anterior, haciendo que la carretera del pueblo desapareciera. Hacía bastante frío de nuevo y por la noche se esperaban temperaturas de -40Cº por lo tanto no había tiempo que perder.

El paisaje se volvió un desierto blanco. El fuerte viento hacía que la nieve caminara en grupo por el asfalto, creando ese momento mágico, hipnotizante y escurridizo al formar esas líneas con forma de serpiente alvina. Frío. Mucho frío. A los 30 kilómetros de haber salido, mis manos estaban dormidas y me vi obligado a parar. Haber perdido los sotoguantes en Edmonton fue un gravísimo error que no supieron resolver los guantes de "cars" que me regalaron los chicos del taller de Ponoca.

El dolor del frío es intensos y de efecto boomerang. Primero hipnotiza la punta de los dedos dejándolas inerte. El segundo paso, se convierten en pinchazos haciendo el mismo daño que un portazo en las uñas. Cuando paras, hay un momento en que se normaliza pero es efímero ya que al encontrar la temperatura natural poco a poco, esos pinchazos se acentúan, dando paso a un dolor más intenso en el cual, puedes llegar a notar las pulsaciones en tus dedos. A -30Cº, no te eches vaho en las manos buscando calor, ya que este se congela, produciendo congelación en las manos directamente, me dijo Pedro, el chileno que conocimos Jason y yo la noche de navidad. Puse las manos cerca del tubo de escape y luego a los bolsillos, buscando torpemente los sacos calefactables.

Esta maniobra la tuve que repetir una vez más asta llegar a Milk River. Decidí parar o mejor dicho me vi obligado a detener la maquina y con ella la fricción del viento. Coger el embrague de la moto era un ejercicio que nacía desde el hombro debido a la inutilidad de mis dedos y para frenar, quitar gas como si la mano derecha fuese una tabla y el manillar un rodillo facilitando la maniobra con el freno trasero... el delantero... imposible. Entré a la gasolinera. Estaba exhausto y dentro del casco pequeños gemidos. No recordaba tanto sufrimiento en lo que llevaba de viaje. De nuevo esos locales sorprendido de lo que estaban viendo sus ojos mientras fuera un viento convertía neblinoso el paisaje. Saludé como pude con las manos, me giré y me agaché buscando un calor que no podía encontrar. Me preguntaron que si estaba bien y les dije que no. Cuando retiré mis inútiles guantes, sentí un dolor que no recordaba. El indice de mi mano derecha estaba lila, congelado. "Oh shit" Fue lo que dijo el chico de la gasolinera. No era mucho, pero era. Me dolía.

¿Cuanto queda para la frontera? y la respuesta fue; 8 Kilómetros. Debo continuar pensé. Tenía que quitarme esa ansiedad. Pasado un rato y tras haber comprado unos "Súper guantes" me dirigí a la moto. Al sentarme, mis pies estaban demasiado cerca del suelo. Me volví a bajar y comprobé lo que no quería comprobar. La moto estaba desinflada. Al empujarla hacía atrás, costaba mucho y no solo era el malestar del neumático que parecía aburrido de tanta tralla, la cadena estaba extremadamente tensa. Ya eran las 4 de la tarde. Tenía 2 horas de Sol y un problema, mi índice. ¿Hay alguna tienda de motos por aquí? "No" En ese momento llegaba un señor mayor. Muy mayor. Era alto y lucía una gorra. Tras cerrar la puerta de la gasolinera, miró tras el cristal lentamente y volvió su mirada hacia mí. Con un un hilo de voz, del tamaño de altura, me preguntó que si era yo. Le sonreí en forma de sí. Me preguntó donde había empezado y cual era mi destino. Sonrió sin reírse de mi. "Es muy bonito hijo" Si os soy sincero, en aquel momento, nadie entró ni salió de la gasolinera. La tele se apagó. Las múltiples máquinas no hicieron ningún sonido o quizás todo esto me lo pareció solo a mi. Su energía era tan fuerte que borró el dolor de mi dedo, salió el sol fuera y quizás era verano. No me dijo que estaba loco, quizás me enseño que llegará un día en el que no puedo hacer lo que estoy haciendo ahora y quién sabe, quizás me encuentre a un tipo haciendo lo que todos llaman locura, pero es simplemente bonito.

 

Le comenté el tema de la rueda triste. "Sígueme, te voy a llevar a un taller, pero tendrás que quedarte esta noche aquí. Esta noche hará mucho frío y puedes morir si algo te pasa en el camino" Seguí su verde Subaru y al girar la primera calle una enorme torre, presumiblemente para guardar algún tipo de semilla, quizás maíz no lo sé pero me inundó de recuerdos. Allí, bajo esa torre, donde había una gasolinera, llenamos el tanque a la vuelta. Recordé el silencio y el calor del pasado verano. Risas, un cigarro y a seguir. Ahora estaba nublado, no había tiempo para cigarro y el paquete que lleva mi moto, no me rodea con sus brazos cuando se queda dormido... lo siento, es inevitable.

 

Entramos en un taller de ruedas. Sé que esa gente no tocan otra cosas que no sea la llanta de un camión o coche, no estamos en Sudamérica, donde cualquier de las mil llanterías luce un cartel escrito a mano "Vulcanizadora"

Efectivamente no podían ayudarme con el pinchazo, simplemente ponerme aire. Pusimos aire y pregunté que si me dejaban aflojar la cadena en sus instalaciones. No pusieron pegas e incluso me dejaron las herramientas. Una vez destensada, tenía una clara disyuntiva: Quedarme allí a dormir o pasar la frontera con esa rueda maltrecha e intentar llegar al siguiente pueblo, en busca de un taller para arreglar la moto, teniendo en cuenta que si algo fallaba por el camino, podría ser fatal. EEUU, supuestamente es más barato para alojarse, bastante más. Tenía una hora y cuarto de luz y no sabría que es lo que pasaría en la frontera.

 

Mientras tenía un minuto para pensarlo, el abuelo, que aún andaba por ahí, se acercó. "Espero que te haya podido ayudar" Le di las gracias y un buen apretón de manos aunque esta gimiera en silencio. Tenía que continuar. Me monté en la moto y seguí con rumbo al estado de Montana y esa barrera policial. Pronto aparecieron los carteles avisando de la frontera. Estaba nervioso pero optimista.

 

Paré en la linea, esperando a que el coche que me precedía terminara sus trámites. Por el cristal ligeramente ahumado, una chica de uniforme me miraba sonriente y sorprendida, mientras avisaba a otros compañeros que se agolparon en el cristal para ver al tipo de la moto. Creo que ellos pensaban que no los podía ver, pero creo que esos cristales, son totalmente eficaces cuando el Sol se ensañan con ellos, pero la noche se acercaba y el sol aquel día se tomó el día libre. Era mi turno, las risas ocultas pasaron a caras de polla y boca de tipos duros. Gestos de "si tu eres chulo con tu moto, yo soy el chulo de la puerta" La chica ya no estaba, solo quedaba un tipo delgado de feo bigote, piel pálida y ojos redondos en una triangular cara de polla amargada. Me pidió la documentación con una amabilidad exquisita. Mientras me quitaba los guantes, exigió agilidad y soltura desde sus cálidos aposentos. En español le espeté "Un momento picha" mientras me quitaba los guantes y los colocaba donde podía. Quitarme la máscara del casco costó un poquito más, ya que se congela. Le pasé toda la documentación, menos el carnet internacional, ya que está en Madrid diciendo "Hijos de puta, me habéis dejado aquí aburrío" Mi ingles, ya lo habré dicho antes, no es bueno, pero si añadimos que estoy cagado de frío, que un cara polla con bigote, con lo cual no puedo ni leer los labios y me estoy jugando el viaje... se queda nulo. El tipo me preguntaba que si llevaba pistola. Al no entenderlo mostró la suya chulezcamente. "No, no tengo" "Tabaco, medio paquete" "Alcohol tampoco" Pues aparque la moto y entre.

 

Al entrar con mi traje de "Teletaby" quitándome el casco y riéndome del propio nerviosismo, la reacción del personal fue la de siempre.

Esta vez, ya en el mostrador, un simpático agente me hizo varias preguntas rutinarias que se convirtieron en exclamación al desplegar el pasaporte, al cual solo le quedan un par de páginas libres. Le expliqué mi viaje desde el principio y la vuelta al mundo para explicar mi paso por Rusia y Kazajistan. "¿Todo en moto? Y... ¿Por eso, ahora es tu ex? Esta última pregunta, tristemente, siempre se repite a la que siempre tiene una misma respuesta sin sonido ni sonrisa.

 

Pagué los 6 dólares con el único dinero que he aceptado en todos mis viajes. Uno de los manager de Echo Cycle, Dav, me puso un billete de 100 dólares en la mano cuando nos despedimos. "No te preocupes, lo he ganado en Las Vegas" Sonreí y lo acepté, sabiendo que en la frontera, la última vez sólo aceptaban dinero en metálico.

 

Ya estaba dentro del país y una felicidad fruto de mi tranquilidad inundó todo mi cuerpo. Me despedí del agente y de los demás agentes que me tirotearon a preguntas. Monté en mi moto y al ver el cartel de Montana, fue inevitable y rompí a llorar por la emoción. El paisaje era solitario y frío. Miré al espejo y no había nadie mientras el edificio de la frontera se alejaba dejando atrás un país maravilloso, Dav, los españoles y su futuro retoño, Mike, los chicos de Echo Cycle, Pearl y Calvin de los cuales perdí su teléfono, los búfalos, las Rocky Mountain, Luke y señora en Whitehorse y mil cosas más. La moto rugía mientras mis lágrimas recorrían mi un rostro emocionado. Sentía mi respiración y las manos no me dolían. Un llanto sincero con una respiración entrecortada y una respuesta para aquel policía y a todos los que preguntaron lo mismo. "No estoy loco, simplemente estúpido" Ese nudo que se forma en el cuello de los mortales dio paso a un grito ensordecedor "¡¡VAMOS, VAMOOOS!! Notaba cada uno de mis dedos, como si el frío no fuese conmigo, no podía para de llorar mientras me repetía una y otra vez... "Lo estás haciendo, lo estas haciendo" El viento me zarandeaba pero me sentía más fuerte y poderoso que el. Saqué la mano y di varias palmadas al tanque de mi moto cual potro salvaje, en el cual solo yo confié de corazón.

 

Llegué a Shelby y paré en la primera tienda que vi. Me aconsejaron un hostal barato e incluso Jordan, un chico de allí, me acompañó en su coche. Paré la moto y cogí una habitación para una noche.

 

Aquella noche fueron tres. Y gracias a los 100 Dólares de Dac, de Echo Cycle y a esta revista que se interesó en mi viaje y colaboro con ella desde dos meses, o si no sería imposible y espero que os guste. Por supuesto, es gratuita. Gracias chicos.

http://www.clubmoto1.com/moto1promagazine

 

Llegamos a temperaturas de -40Cº y creo que eso no hay batería de moto que lo aguante. Me dejaron unas pinzas hoy día 3 por la mañana y arrancó. Tenía que llenar la rueda y la gasolinera estaba justo detrás. Después de cargar con la moto por ese suelo resbaladizo, me dijeron que no, que no tenían para llenar ruedas y que si quería llenarla, tendría que avanzar un kilómetro a lo cual me negué. Saqué un pequeño compresor, que lo tenía en el culo de la maleta y recordé lo importante que es la organización en estos viajes. El aparatito, no quería llenar la rueda. Temí que el pinchazo, podía ser algo más grave. Arrancar la moto, colocar todo y llegar a la gasolinera, os aseguro que entre tornillo y tornillo se pasan unas tres horas.

 

Eran las 2 de la tarde y el ruido del inútil y minúsculo compresor era lo único que se escuchaba en la zona, a parte de un tren que llevaba rugiendo desde que llegué haciendo temblar las paredes del motel Glacier.

Miraba la moto, me cagaba en mi suerte y olvidé lo feliz que llegué. De pronto, aparca un Subaru verde a repostar. Del vehículo bajó un señor mayor, bastante mayor diría yo luciendo una gorra. Al verme me sonrió. Era él. "¿Aún tienes la rueda pinchada? Voy a pagar la gasolina y me sigues. ¿Puedes? veo que no, te llevo en un momento" El tren que había rugido durante tres días, pareció callarse, la puerta a penas sonó y en mi cara un interrogante. "A ver... ¿Dónde estoy? Shelby... era en Milk River..."

Nuestro huesudo y larguilucho salió de la gasolinera con su sonrisa. "Venga vamos" Fuimos a un taller, nos dejó una bomba para llenar la rueda, pero antes de volver, pasamos a otra tienda y buscó un spray para pinchazos. "Usa este, esta marca es buena"

Volvimos a la moto, puse el producto y rodé un poco para que este se expandiera por el interior de la cámara. Al volver, mi amigo me estaba esperando. "Creo que no necesita aire, está bien así" Le di un millón de gracias. Me dio su dirección para que cuando llegara a España, le enviase una carta con una foto, que le haría muy feliz. Fui a la maleta y pillé una de las fotos que tengo para la gente que me ayuda y se la regalé. El hombre, no paraba de sonreir. Era tarde y debía de marchar. Le volví a dar las gracias y me perdí en la carretera.

 

Frío en ese desierto blanco transitado. Desierto por lo que se siente pero no por lo que ves. Poco a poco llegué a Great Fall, con la suerte de parar en una tienda, preguntar por un motel barato que precisamente está cerca de una tienda de motos, donde les quedaba la última cámara con las medidas de mi rueda trasera.

 

Y allí está mi moto durmiendo en un lugar caliente. Y mientras escribo estas lineas, busco las fotos de nuestro amigo... pero no están. No sale nada. He ido a buscar la dirección que me dio... y no aparece en la cartera. Espero que esté en los vídeos que hemos grabado... si realmente se ha grabado.

 

1 comentario:

  1. Sin duda tu viaje es una muestra de valentia, sagacidad, tenacidad, un toque de estupidez y locura pero quien no es así en la vida?... me quito el sombrero ante ti Bufalo....

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