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jueves, 27 de febrero de 2014

Y salí de Edmonton Un millón de gracias a Todos

Los últimos días se convirtieron en una locura. El garage de Dave se lleno de amigos con ganas de aportar su granito de arena. La verdad es que fue emocionante. Uno desmontaba una parte de la moto mientras otro buscaba información en internet.

 

Mi trabajo era el más duro de todos... salir a -20 C° a por cerveza. Cada día un par de cajas con 30 latas en total, que iban desapareciendo a medida que avanzaba la noche. El Lunes por la noche, llegamos a estar hasta las 7 de la mañana, borrachos como perras pero con la moto arreglada. Despedirme de Dav, fue bastante duro. Ese hombre y yo, con pinta de tipos duros hemos llegado a llorar juntos en aquel garage de Edmonton y me prometí que no lo haría en la despedida y así fue. He aprendido mucho en todos los sentidos. Me he sentido valorado por el y sus amigos moteros. Algunos de ellos, tipos muy duros que quizás en otras circunstancias no hubiese sido un placer el encuentro... al final de todo, somos personas.

Dije adiós a Carolina y mandé un mensaje por Facebook a Pablo ya que sale de su casa sobre las 6 de la mañana. Pablo y Carolina me han regalado la bandera de España, gracias a la cual nos conocimos. Un millón de gracias desde aquí por todo, todo y todo.

Desperté en casa de Mike, en la misma casa donde llegué, allí sería la despedida. Mike, un tipo encantador, se preocupó de que la moto permaneciera en el garage segura aunque no caliente. Por la mañana calenté el motor con una especie de secador de pelo, pero nacido para temas industriales o de construcción, pero no se el nombre exacto ya que la moto a bajas temperaturas, está demostrado que no arranca, pero al menos hace el intento. Aquella noche valió para saber, que no puedo dormir en la tienda de campaña si no hay un enchufe cerca.

Mike en el garage de Dav
 

La puerta del garage se abrió y con ella la luz se hizo dueña del habitáculo. El cansado corazón de Chilitrini, rugía con cierto descompás. Dije adiós y la libertad se reencontraba con mi viaje. Sonreía. Volvía a recordar lo incomodo que es conducir con tanta ropa, pero no me importaba. Salí de la ciudad sin problemas. La velocidad y las carreteras negras sin nada que temer se apoderaron de mi ambición por recorrer kilómetros sin parar. Casi sin darme cuenta, había recorrido unos 100 kilómetros. Notaba que la moto no iba bien. Los síntomas eran los mismos que una bujía en mal estado, un carburador sucio o un filtro del aire empolvado. "Que le den por culo que yo ya no me vuelvo, ya lo arreglaré" pensé pero a los cinco minutos, en medio de mi pasmosa tranquilidad, la moto empezó a culear de un modo dantesco como un caballo salvaje al que quieren domar. Dentro del casco grite varios "NO", mientras un camión me adelantaba y iba en dirección a el. La moto cambió de rumbo en milésimas de segundo con dirección al arcén mientras, no me preguntéis cómo, conseguí reducir la velocidad, que era de unos 100 km/h a 0 en el lugar adecuado. La respiración se me cortó y mientras mis manos temblaban. Lógicamente y viendo que llegaba perfectamente al suelo con las suelas de mis enormes botas, me percaté que había reventado la rueda. Intenté empujarla hacía atrás, donde había un apeadero para camiones, pero fue en vano. Al mirar la rueda, cuando conseguí bajar de la moto, me di cuenta que aquello no había sido un simple pinchazo. El neumático se había separado completamente de la llanta rompiendo parte de los tacos al rozar con el tubo de escape. Ni llevo cámara de repuesto, ni llevo las herramientas para desmontarla y sinceramente, ni creo que hubiese podido en esas condiciones climatológicas, pero aquello no era el Yukón, (que menos mal que no ocurrió allí) Alguien pararía. El tránsito de vehículos es notable por esta zona. ¿Que hago, a parte de joderme? Mientras pensaba echando un pitillo e intentaba calentarme las manos con unas bolsitas térmicas, un vehículo se echaba al arcén de la salida continua, perseguido por un policía que estaba dispuesto a joderle el día y a mi a arreglármelo.

Me dirigí al coche del Sherif del condado de los cojones, sonriendo y lo sorprendí haciendo de médico elaborando la receta para el dolor de culo del señor que le precedía. Le toqué el cristal mientras sonreía y este me miró extrañado, quizás por mi indumentaria o por mi casco de la hormiga atómica que no pasa desapercibido ni en un festival Manga.

Le explique como pude, que había pinchado la moto y que me parecía muy bien que multara a esos hijos de puta que van a carajo sacao, sin respetar a los carajotes que van en invierno en moto. Me dijo que más o menos, "¿Tu que cojones haces con una moto en invierno? ¿Estás loco? Vete junto a la moto" Le dije "Yes, yes" El primero confirmando mi locura y el segundo para que se quedara tranquilo que me volvía a mi moto. Pero antes de que me dejara ir, me soltó una solución rápida. ¿Quieres que llame a una grua?... y no tenía otra opción.

Mientras esperaba a que llamara, mi siguiente problema era, cuanto iba a costar la broma. El policía que ya estaba a mi lado, me dijo que entre unos 150 y 200 Dólares. Se me cayeron los palos del sombrajo. "ay omá" fue lo que le dije al incrédulo policía, con gafas de sol y cara de chulo. Pensé que ahí se quedaba la cosa, pero empezó el interrogatorio.

-¿Por dónde has entrado al país? ¿Dónde vas? ¿Por qué y por qué en invierno? ¿Dónde están los papeles de la moto? etc, etc, etc... y la fatídica ¿Dónde está el carnet internacional? Ahí, tuve que pedir el comodín del público. Saqué todos los papeles, le entregué el carnet de conducir español y el diario de Edmonton para dar credibilidad de lo que le contaba... (Como hacen los políticos) Le di las gracias por ayudarme... pero insistió en el carnet internacional. Busqué sabiendo que no lo iba a encontrar porque está en Madrid en una maleta en casa de mi amigo Paco, que de haber sabido que estaría un mes en Edmonton le hubiese pedido que me lo mandara. El tipo pasaba página a página leyendo cada estampa del pasaporte ¿Kazajistán? y confirme con mi cabeza mientras enseñaba los dientes.

Al final, dejó de insistir, le dije que ya pasaba a EEUU y que no estaría más en Canadá, que lo debía de tener en algún lugar, que si no, no me hubiesen hecho el seguro y no me hubiesen dejado entrar en su país por la frontera con Alaska, cosa que no era cierta porque no me lo pidieron.

La grúa llegó, el poli se fue y le di las gracias mientras respiraba aliviado. El señor de la grúa, llamó a varios talleres de la zona para asegurarse que tenían cámara para la moto. Y después de varias llamadas, retrocedió 20 kilómetros y me dejó en un taller. ¿Cuanto es? Hoy es día barato para ti. 50 Dólares. Aquello fue una alegría. De 150 que era el servicio mínimo, me lo dejó en 50. En el taller de Pokota se quedaron estupefactos al ver llegar una moto en pleno invierno.

Me trataron muy bien. Café, risas, tabaco mientras estábamos alrededor de la moto. La sorpresa fue cuando la cámara que tenían y era la última, recién traída de otro establecimiento exclusivamente para mí... estaba pinchada. Aquello era una señal. Por la mañana había perdido los sotoguantes, el reventón y cada vez que se había pedido una pieza para mí estaba en malas condiciones y sinceramente empecé a hilar una paranoia peligrosa dentro de mi mente. Al montar la rueda, se percataron que el disco de la moto rozaba con la pieza que soporta el freno y... un rodamiento no iba demasiado bien. No me lo podía creer. Me veía atascado en Canadá de nuevo, esperando piezas, pero esta vez sin tener donde dormir, lo cual hubiese sido imposible.

Al final un problema no es un problema si tiene solución o quizás nunca fue un problema. Había sido una equivocación a la hora de montar la rueda y el pinchazo, un parche de toda la vida y a volar. La cámara vieja, estaba reventada.

Dormí como hacía muchísimo que no dormía en el Dino Motel, el más barato y con una señora encantadora que lo lleva. A la mañana siguiente, me recogieron los chicos del taller. Monté todas las cosas en la moto y continué con mi viaje. Salí un poco tarde, la verdad... pero me daba igual.

Hoy sí, he vuelto a sentir la libertad. La moto sigue con esa tos, pero no me importa. No la fuerzo para nada ya que en los 100 kms que hice desde Edmonton al reventón, se tragó casi medio litro de aceite. Hoy, a un ritmo más tranquilo, hemos hecho 380 kms y no ha consumido tanto. Esta viejita la pobre... o hasta el mismísimo coño, que también es posible.

Ilustración del genial Txiki López

Mañana intentaré pasar la frontera con dos inconvenientes. El primero que el sello que me pusieron en Alaska tiene más de 90 días, pero les enseñaré el de Canadá que consta del 2 de Febrero. El tema del carnet internacional, es lo que más me preocupa... aunque en Canadá no me lo pidieron. Mientras la moto esté a mi nombre, el pasaporte en regla, con su seguro vigente... quizás saltemos la valla... y si no es posible... a ver que se me ocurre. Estoy aquí y así está el patio en cuestiones meteorólogas... vamos, que esto aún no ha terminado. (me voy a cagar de frío)

 

 

Y a los que ya me conocéis os pido este favor si queréis que esté bien.

GRACIAS, SOIS MI GASOLÍNA

 

1 comentario:

  1. Que manera de expresar lo que yo pienso muchas veces. Al final un problema no es un problema si tiene solución. Y yo añadiría: y si no tiene solución entonces no es un problema.

    Ánimo que ya estás otra vez en ruta. Da gustó leer que queda gente maja por el mundo.

    Un abrazo y abrigate!!

    Eduardo

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